Con mucha frecuencia confundimos el orar con interceder y la mayoría de las veces nuestra oración es una larga lista de súplicas y peticiones, repetidas una y otra vez. Resulta interesante comprobar que los discípulos no le preguntaron a Nuestro Señor Jesucristo como echar fuera demonios o cosas semejantes. En cambio ellos sí le pidieron que los enseñara a orar.
Hoy más que nunca Dios, nuestro Padre Celestial, está buscando hombres y mujeres que estén dispuestos a ponerse en la brecha entre Dios y este mundo para interceder. Vemos que esta búsqueda no es de ahora. Dios todopoderoso siempre ha estado interesado en nuestra intercesión.
“Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra” Ezequiel 22: 30.
Hoy, en día, en el tiempo de la gracia contamos con un ayudador invaluable como lo es el Espíritu Santo. El quiere enseñarnos cómo orar como conviene.
Dice la Palabra:
“Juan 14: 26”; Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. “Romanos 8: 26”: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Pero, se preguntará usted, querido lector: ¿Qué es interceder? Interceder es tomar el lugar de otro; es ponerse en su lugar para suplicar o defender su caso. Motivado solamente por el amor y la misericordia. Romanos 8: 34: ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
Podemos ver que interceder no es pedir a favor nuestro, sino más bien a favor de otros.
¿Quién es entonces la persona que intercede? Un intercesor: dispone su vida para orar por otros, tomando su lugar. Es aquella persona que siente carga en su corazón por una situación ajena. Es alguien que lleva una vida de profunda comunión con Dios y negación propia, dispuesto a sentir el sufrimiento de la persona por quien intercede.
Un intercesor es la persona que se interpone entre Dios y los que se merecen su justa ira o castigo, poniéndose en la brecha por ellos y clamando misericordia y perdón a Dios.
Un intercesor es aquel que siempre está en guerra porque pelea contra Satanás. Esa guerra no la lleva a cabo con armas carnales, necesita de valerse de toda la armadura de Dios. Asimismo la Palabra también nos advierte que nuestras armas no son carnales, sino poderosas en Dios para estrucción de fortalezas. Efesios 6: 12-18: 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad,) y vestidos con la coraza de justicia,
15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
El Señor nos ha dado poder para hollar serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del mal y nada nos hará daño. Escrito está.
La intercesión es un arma de guerra, muy poderosa. Muchas personas jamás llegarán a los pies de Cristo si no hay una persona intercediendo por ella. Haciendo guerra para arrebatar un alma de las garras de Satanás. Notemos que cuando un pecador se arrepiente hay fiesta en los cielos.
Llevar el evangelio es bien importante. Nuestro Señor Jesucristo fue el primero en poner el ejemplo. Marcos 16:15-16: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
Pero antes, durante y después de esta importante labor debemos interceder para que todo obstáculo sea atado en el Nombre de Jesús de Nazaret. Para que el dios de este siglo que tiene el entendimiento entenebrecido de los incrédulos suelte sus mentes y sean llenos del Espíritu de Revelación.
Este hermoso tema continuará en nuestra pròxima edición. Te amamos en el Amor de Cristo.
Ha llenado tanto mi vida
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